Ellos comían sopa. Parecían ausentes, densos como esos párpados que hacen la noche. El de la chaqueta verde pidió más sopa. La luz era mala y no podía ver con claridad. Recuerdo sus uñas negras y grandes como de cavadores de tumbas. No hablan y respiran lentamente sin traicionar sus hábitos. Yo bebo una soda. Cuando me levanto para pagar el dueño del café me dice al oído -Don José,lo que ha visto no es real.
Salgo y al abrir el paraguas un calor agudo me sube por el cuerpo, es difícil reconstruir, me digo, se puede hacer poco con las cenizas.