Los imposibles son torvos.
Tienen el desdén de los enamorados.
Giran los oídos
y un tardío esfuerzo cardiaco
nos sumerge en un diciembre
que a nadie le importa.
Escúchame, todos saben
que mastico la madera
futura del desierto.
Que el silencio es tísico.
Y no tengo ganas de sacar el paraguas.
Llueve en el norte
desde que las violetas se amargaron.
Por dignidad,
no vuelvas a pedirme un impermeable.
Me mojo porque tengo ganas.
Que no sabes
que los imposibles son torvos.