Se fue amoldando su visión. Subir a las copas de un edificio es una tarea que requiere de perseverancia y concentración. Piso a piso mantenemos una tensión que se precipita en un momento de duda. Parece que una soga nos mantiene unidos a la luz y a sus reflejos. Hay un poco de quietud y distorsión durante el clímax del momento. Desde abajo, Benjamín, adivinaba cuál sería la oficina en la que trabajaría. Le nació un súbito mareo. Perder piso lo dejó aplastado. Quiso volver a erguirse, pero todo fue inútil, la luz había cambiado y sus puntos de referencia también. Desolado, sacó una tarjeta de visita donde había anotado: piso 8.
Subió al elevador con la sensación de no tener una imagen clara de dónde entraba.