lunes, 29 de octubre de 2012

El fruto



Cuando el apetito causó la ruina a la luz de los siglos y la oscuridad dejó sudores en la frente y dolores de parto en los destinos, el fruto siguió engordando rojo y saludable. Llegaron aves de rapiña, carnívoros pestíferos y bípedos arrogantes. Ninguno de ellos pudo saciar su hambre ni dormir tranquilo.

Cuando el sol empujaba al mundo ya con desencanto, salió, goloso, un pequeño bicho mitad oruga y mitad reptil, con el cuerpo frío y pegajoso que, sin preconceptos, se apostó debajo del fruto y desarrolló su lengua.

Desde entonces, los monstruos marinos quieren volver a contar sus historias.

Sergio Astorga
Tinta/papel