Tarquino inventó una historia. Sus batallas, sus pesadumbres; sus
instantes de gloria los dibujó en tinta negra y en papel fino. Su daga dejó moribundas
a las horas inútiles. Sus fantasmas, como los nuestros, viven sin darnos
cuenta, en una realidad quebradiza.
Son intocables y tercos los deseos de perdurar, tal vez
por eso, batallamos todos los días para endulzar nuestros rostros.
Sergio Astorga
Tina/papel