El Señor Papalotl es un presagio. Es una señal de los cielos. Una claridad avasalló la niebla de Cuetzalan antes de que el sol naciera por la sierra, allá donde los coyotes duermen. El señor Papalotl llegó volando, ya crecido. Parecía una mariposa, ancha, se mostraba en toda su largura. Una vocería ardía al verlo. Después se mordieron los labios al ver que venía en tranquilo vuelo. Trajeron agua para darle de beber cuando aterrizó. Después le dieron carne de venado. ÉL no probó ni bebió. A señas enseñó una gran calamidad en el lado izquierdo de su cuerpo. Una desgarradura lo hizo bajar. Los tejedores de palma llegaron. Zurcieron prodigiosamente ese gran agujero. Fueron tres días de paciente urdimbre. Repuesto, el Señor Papalotl, en el primer viento de la tarde del 9 de marzo se elevó como un pájaro agradecido.
Desde entonces los tejedores de palma no paran de trabajar. Sí, el Señor Papalotl fue un gran presagio.