sábado, 27 de abril de 2019

Tríptico castaño de amarillo recuerdo



Eran tres en uno con manías extrañas porque se miraban insistentemente desde distintos puntos de vista como si el revoloteo vespertino les diera cuerpos resbaladizos. El suave abrazo de los sepias daba calor de hogar y ese otoño que se lleva en la memoria.
Cuando se mete el sol las ventanas se agrandan, es entonces que en esa marea ocre los reproches menguan como esa luna traviesa que se asoma. 
Viven siempre al poniente, si se les visita por la mañana, se les verá dormitar sumidos en en un empacho de luz. Sus sonidos son suaves, místicos, polifónicos, como un motete inspirado.
Algunas veces, me acerco, y con una caligrafía redonda les dejo notas, los animo, les pido que me inviten a entrar.
Para mí es como mirar un jardín de colores tierra. Me acuerdo de mi antiguo yo, enamorado del barro, del vapor y de la temperatura tripartita del forma.