cuando nadie nos ve,
y como cada tarde,
mejor quedarse con la piel de mayo.
¡Ay! Que beso tan amargo
este del zodiaco
bajo la sombra de una cruz de palo.
Desollado de gloria,
el ojo que mira el hachazo,
talla su espejo de adversario.
Una belleza erguida nos asalta
-racimos de agua dulce –
inscripciones talladas por el rayo.
Jugar a no querer en julio
cuando mueve la sed,
y como cada tarde,
ordeñar con plegarias los jadeos.
¡Ay! cuéntame como en la noche
se mueren de fatiga los que duermen.
Perforado del polvo,
la semilla del árbol se descalza
y el hechizo delira con la rama.
Se tiznan en el sueño
cerrojos de mil años,
agujas de grandeza y desamparo.
Jugar a no querer en julio,
cuando los rostros son jirones,
y como cada tarde
con el martirio de la piel quedarse.
Sergio Astorga
acrílico/tela 30 x 50 cm.