Los sentidos cambian, eso ya lo sabía, desde la
perpetuidad hasta la más mínima incongruencia tienen su discurso en la digestión de los signos.
Pero suspender así, drásticamente cualquier intento de dialogo. Yo te he
caminado a todas horas, desde el amanecer hasta cuando las farolas apenas alumbraban tu
rostro. No necesitabas simbolizar tus deseos, yo los captaba a la menor insinuación.
Si me hubieras dado un paréntesis, unas comillas, un punto y coma pero, esta intolerancia
como respuesta me deja alenguado. Me has puesto entre guiones y esta manera de
decirme que ya no puedo estacionarme debajo a tu ventana… No te conocía esa
gama. NI ese talante maniático. No sé si quieres decir lo que dices. Te sé de
memoria. Alguien te debe estar llenando la cabeza con mapas extraños. De sueños
periféricos. Estamos en crisis lo sé, y no puedes
prohibirme entrar por esta calle aunque ahora no tenga la admisión y sea sólo una
cerrada; vendré todos los días porque este es mi camino. Podrás seguir en ese
mutismo, pero si quieres que te diga, ya se te nota el abandono. Tus dinteles
se ven demacrados y ya comienza a sentirse como la humedad estafa tu lisura. Se
te mira llena de grises, los dinteles de tus ventanas pares se carcomen y esquilan.
Tus sombras terminan truncas y ya no irradias esa luz caminable. Encerrada en
ti misma te acabas.
Desde aquí, desde la esquina próxima, con
mis zapatos nuevos quisiera decirte que me palpo esta tristeza toda la semana y
con el cuerpo entero quisiera declamar que estoy de pie y que nunca el andar me
fue tan penoso.
Sergio Astorga Fotografía Porto, Portugal