Debajo del ojo se esconden las manos y las esquinas se saturan de contornos. Todo se
recrea. La luz filtrada y el horizonte planeta se curva. La vida bulle sin
ángulos rectos y más de doscientas palabras no atrapan su estructura. Desde el
fondo, los cielos celulares tienen su timón secreto. El mapa de los alientos se
mueve líquido. Cierto, cuando pensamos qué es la vida, uno se siente naturalmente
inútil. Con la mirada torpe uno ordena, dispone y busca por la tarde llegar a
casa, al espacio cierto.
Uno se siente parte de algo grande, por eso te digo que
cuando llego al laboratorio me vienen muchos siglos a la mente y me siento solo
entre tanta vida. No quieres venir y dejar un querer entre el tubo de ensayo; sacudir tu trenza en esta espiral y zarandear
la dicha, así, en grado demostrativo. Hay tanto mundo por fuera y por dentro,
que bien vendría mostrar las manos y cerrar los ojos.
Sergio Astorga
Acuarela/papel 70 X 110 cm.