Le dicen inadaptado porque se ha comido cinco gusanos de maguey. Son interminables los reproches de los biólogos y cocineros, frágiles en su conocimiento del mundo. Todo comenzó por el afecto. Un coterráneo le ha regalado una bella botella de Mezcal, con cinco esbeltos gusanos en su interior. Fue sólo abrir la garrafa, que se trago de un sólo golpe esos bichos tan bien conservados a pesar de su mareo. Diego Blanco, que así se llama el troglodita, bueno, eso dice su vecina que lo devora con unos ojos lascivos más que de náusea.
Desconsolado, Diego se refugió en su cuarto y no pudo evitar la transformación. Ahora vive donde viven las iguanas, las sierpes y los lagartijas. Con la lengua de fuera, nunca cierra los ojos y las plumas de ave le recuerdan que su estomago se adaptó como molleja de las gallinas come gusanos. Duerme en los pedernales y las hierba borrachas que picoteaba le provocan un sueño lleno de burbujas y de sonidos como de cacerola oprimida. Sus amigos, conmovidos, todas las noches buscan lombrices frescas en los jardines, las meten una botella y Dieguito, boca arriba va bebiendo uno a uno esos néctares terrestres, él siente por todas partes ese ardor solidario y esa tristeza única de sentirse diferente.