Ha llegado desde Santiago de Chile cruzando la mar océana a este Abarrote el libro Letras en el Liceo, organizado por la Cooperativa Letras de Chile, con el financiamiento del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con el patrocinio de la Municipalidad de Santiago. Así es el bombo y el platillo para poder leer una antología de textos de varia intención. El libro está dividido en tres secciones: Microrelatos, Cuentos y Poemas. Este abarrotero gusta mucho de la rebeldía lectora, por eso toma los textos (sólo los micros), los relee, los voltea y aveces comenta. Hoy con un queso de cabra untado en pan de centeno se me antoja decir que los textos o Arcanos de Susana Sanchez me dejaron el sabor del presente en el polvo viejo de la adivinanza.
Marcelo Beltrand, sus Confesiones de un suicidio, me dejaron los cristales esparcidos por el piso de ese antiguo espejo que colgaba del lado izquierdo del mostrador; un buen abarrotero siempre tiene la escopeta lista para defenderse de sí mismo.
Pía Barrios, me dejó el sabor del exilio entre las cienes y esa nostalgia quebrada por mas algodones que puse alrededor de los días que me habitan.
Diego Muñoz Valenzuela, me convirtió en homo, después en ogro y como pude, arrastrándome por el cieno logré erguir la mirada y otear el peso de la existencia. No sé la razón, pero siempre los textos de Diego me dejan la sensación de que hubo un paraíso que nunca conoceré.
Gabriela Aguilera me dejó el pan ácimo del amor, el que se tuerce, el que se gasta como suela de zapato. El que todos queremos asesinar algún día, el día más y mejor pensado; un amor vacío que ni las palabras lo llenan.
Lilian Elphick, me dejo esa sensación recurrente de seguir el texto hasta el infinito, rascándole la costra, bebiendo el tuétano y queriendo componer otro cuerpo de palabras. No niego mi entusiasmo y mi recato. Confieso que se me abren mundos sensoriales con sus textos. No me importa la objetividad, soy un lector de Antojos. Por ejemplo, voy a reproducir un texto, y que me perdonen los chiles y las cebollas:
Sueño del pájaro
Un pájaro soñó que era Chuang Tzu. Al despertar tenía brazos y no alas. Triste porque ya no quería volar, se dedico a escribir. Una mariposa se posó en su ala y le dijo: “No has despertado aún”.
Con independencia a la referencia al celebérrimo Chuang Tse. En el texto el Sueño del pájaro, hay una transmutación. Las palabras tocan la metáfora como el único hechizo que puede empalmar el ser y el estar en distintos planos de tiempo. No hay confusión de estados ni de oficios. Las alas son a la escritura lo que los brazos al vuelo. La mariposa, de obsidiana tal vez, es el único ser sensible que en su fragilidad de vida se da cuenta que lo uno es igual al otro cuando hay un trance creativo. El sueño es un estado de alerta, no de abandono. Despertar, es sólo el accidente necesario para buscar de nuevo al trance. La ironía se encuentra en que tengo que estar despierto para leer que el sueño tiene al Ícaro perdido.
Gracias Lilian por aceptar el trueque del calendario 2015 “los Ángeles de Guardar” que sueñan, tal vez, en estar en un Liceo distinto al Abarrote.