Lanzada en el frágil rugido de nuestras vidas, Constancia, con su endeble coraza protectora no pudo escapar del puño devastador del hermano.
Su existencia dio un giro imprevisto, el aire traía un sesgo diferente, un horizonte sin alas la tumbó.
Hasta el final no perdió su porte, sin altanería entre las hojas, descansa bajo tierra el amor fraternal que le obligaron a creer desde pequeña.