Mi horizonte tiene el cutis de durazno con un aliento capaz de mantener a toda nariz. Bajo ningún pretexto, las nubes que me intentan seducir son disueltas antes de llegar al dormitorio.
Tengo paciencia, los alrededores tienen la figura del quetzal, por eso cuando miro al horizonte la voluptuosidad se vuelve atractiva y tangible.