Y las sombras huyeron otra vez,
se refugiaron en la cámara oscura.
En esa cámara duermen, comen, se asustan.
Los nombres se vacían de cosas
y los perfiles se ahogan en su herida negra.
Los grises intactos, se agolpan en las esquinas,
las claridades trascienden su reflejo
y el parpadeo es movimiento, centelleo.
El instante exhala, elusivo, reposa tras el muro.
Las voces son de vidrio,
transitan los cuerpos ciegos sin imágenes.
De repente la llama de luz estalla,
se queda en el margen, se presiente,
desborda los blancos entre grises,
así como si fuera memoria de forma
que tuvimos en otras realidades.
Detenida, invisible, como himno silencioso,
la solitaria certeza se devora los destinos;
en el ombligo del mundo, en su confines,
también habita el oscuro borde de la luz.
Sergio Astorga
Tinta papel 21 x 25 cm.
se refugiaron en la cámara oscura.
En esa cámara duermen, comen, se asustan.
Los nombres se vacían de cosas
y los perfiles se ahogan en su herida negra.
Los grises intactos, se agolpan en las esquinas,
las claridades trascienden su reflejo
y el parpadeo es movimiento, centelleo.
El instante exhala, elusivo, reposa tras el muro.
Las voces son de vidrio,
transitan los cuerpos ciegos sin imágenes.
De repente la llama de luz estalla,
se queda en el margen, se presiente,
desborda los blancos entre grises,
así como si fuera memoria de forma
que tuvimos en otras realidades.
Detenida, invisible, como himno silencioso,
la solitaria certeza se devora los destinos;
en el ombligo del mundo, en su confines,
también habita el oscuro borde de la luz.
Sergio Astorga
Tinta papel 21 x 25 cm.