Su gota de espíritu nunca fue derrotada cuando la pólvora del violonchelo dio un potente trueno numérico de doble sonido. Un hombre se acercó y dijo: sigue tocando, no nos dejes. Pero el ruego tiene una cacofonía que muere cuando se tañe.Todos se quedaron al brindis. Uno se rasca y el otro tararea. Los músicos buscaban la cáscara armónica y piensan que el telón lo cargan a la espalda.
Alguien pasa bebiéndose el mundo con sinfónicos gestos y todos callamos por un mes.