Leonardo, se siente feliz, y no es metáfora. Y eso parece que es como tener un piojo en la cabeza. Eres un fútil, le dicen. Él cuenta con los dedos y no le salen las cuentas, ni los gritos. Esta perdido, no se haya, qué puede contar si se siente pleno y la plenitud como la palabra se ejerce, no se esconde. Quiere tener un doble, para que sufra, para que no salga del médico, que tosa y que escupa sangre. Vivir con la bota a la espalda, llorar e ingresar a la academia.
Que tranquilidad tener otro que tenga el palo en la mano y triture al infinito, piensa Leonardo, cuando se lleva la cuchara a la boca desbordante de sopa de fideo.