Le fue creciendo de noche como el amor. Ese que nuca supo
llamarlo por su nombre. Ustedes perdonen pero no crean que sea grato llegar a
casa y ver que semejante globo rompe cualquier intento de combinar vidas.
Teóricamente es imposible indagar con certeza de donde vino esa necesidad de volumen. Qué compensación se
puede dar a una cotidianeidad rota. Es ganas, dicen mis amigos, de llamar la
atención. Yo no lo creo, me parece una solución demasiado fácil. Yo he sido observador
y esto sale por completo de una conducta que obedezca a la venganza o al deseo
de notoriedad. Es penoso decirlo pero si no lo cuento me parece que voy a
reventar. Yo creo que esos sueños recurrentes que noche a noche la agobiaban
son los culpables. Ella ha perdido el habla. Y es natural puesto que sigue
flotando ingrávida, no necesita palabra que la traiga al piso. La veo y me
asaltan las dudas. Siento que la quiero más, cómo decirlo, es como si de repente
junto con ella se elevara toda mi ternura y dejara de repente esta administrativa
manera de sentir. Ella me mira, lo sé, con esa ternura del alma superior, del
que mira de arriba abajo comprendiendo que nunca estaré a su altura,
físicamente claro está. Cuando la pedí en matrimonio, porque yo la pedí, bueno
ella me facilitó las cosas, nunca pensé que esa inclinación, más bien esa
aspiración fuera a concretizarse de esta manera.
Los primeros días fueron una total angustia, yo daba
vueltas mientras ella giraba plácidamente. Lo primero fue constatar que las
ventanas estuvieran cerradas para que la corriente de aire no me dejase
interpretar correctamente su vuelo. Lo segundo fue descubrir la manera de
alimentarla para seguir manteniendo la presión adecuada y no se desinflara.
Ella estaba con un rostro tan armónico, tan deleitado, que se me hizo una
crueldad pincharla con la aguja de tejer y volverla a su estado anterior.
Recordaba mis clases elementales de física en la secundaria y una manguera que
iba de su boca a una bomba manual podía suavemente presionar para que el aire
le llegase constante y sin brusquedad.Es evidente que nuestra vida social se ha modificado, no
porque tenga vergüenza, al contrario, su nuevo estado me ha unido más a ella.
El problema es que tendría que hacer algunos arreglos a la casa, sobre todo a
la puerta principal. Un día quise llevarla al parque. Tomé todas las
diligencias posibles para su protección. La amarré con cinta de lana muy
resistente y cómoda. Tenía suficiente cinta, unos dos metros, en cuyo extremo
hice un nudo corredizo en mi mano para sostenerla sin lastimarla. Llevaba la
bomba de aire por si deseaba comer y yo llevaba nueces y una botella de agua para mí. La desgracia se
presentó al querer salir a la calle, la puerta era pequeña para su expandido
cuerpo. La frustración fue enorme, noté unas pequeñas condensaciones cerca de
sus ojos. Los trámites de la ampliación ya han sido aprobados, tengo en este
asunto cuatro meses y el papeleo no termina. Es una fortuna que ella no se
desinfle en su ánimo y que siga disfrutando de nuestros pequeños juegos
aerodinámicos.
Sergio Astorga
Tintapapel 20 x 30 cm.