Fue por el susto, dijeron, por eso trae una máscara. El miedo es providente. Al ocultar su rostro ganó misterio su persona, eso dicen. No tenía ganas de nada, estaba todo el día echado en el sofá, siempre esperando a que pasara el susto. Cuando se puso la máscara, algo se acomodo por dentro y ahora sólo quiere vivir, tener sueños, como si lo sacaran de la tumba, así florecieron sus ganas.
- ¿Ya no tienes miedo, Pedro?.
- Mucho, estoy lleno.
- ¿Entonces?
- Rita, me dijo que me pusiera una máscara, que tenía que despistar al miedo. Y mira, tenía razón. Ahora me veo como otro. ¿Tu has tenido miedo?
- Terror, Pablo. Yo tengo terror. Un aire negro me muerde, me rasca, me escarba y se mete hasta los huesos. No sé de dónde llega, ni porqué, pero se mete y me grita. Estoy rajado por dentro. ¿Tu crees que Rita quiera hablar conmigo?
- No lo sé. Yo le digo.
- Gracias.
- No cantes victoria. Tienes que estar preparado.
- ¿A qué?
- A estar en un cajón.