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Acarició un sueño cuando cruzó la calle. El sueño de
fiesta con papel picado y miradas curiosas. Que veinte años pasaron como acorde
de bandoneón, y hoy que sus canas se refugian detrás de su panamá, escucha la
voz grave de Carlos Argentino y relé la carta que le entregó Beatriz Viterbo.
Cuando el caminito era trébol y la despedida una amiga flor de olvido. Por eso
cuando cruzó la calle tuvo un sueño: que el tiempo mate lo que se fue para
seguir sus pasos, sin enervar la coquetería de la amargura.