No era un rey de chocolate, era un jubilado de carnaval. Nada viejo y con poca ingenuidad. Tenía un caballito de madera, rescate de la juguetería de su familia que llevaba a todos lados; le hablaba y cepillaba su cartón, quitándole la pelusa que se le pegaba debajo de las orejas. Parecía un Rey de Astorieta que pretendía mostrarse un avatar digno. Como todos los reyes saboreaba a la gente de lejos. Sentía pena de ellos y con un gesto misericorde los miraba sin decir palabra. Acariciaba la crin de su caballo, le musitaba palabras cariñosas, y su reino circular se instalaba en ese hipódromo inmaculado. Sabía que por una nariz ganaría al llegar a la meta.
Quería imponerse a la realidad, por eso se ha dado a la
tarea de buscar un digno nombre para él y su caballo. Si la vigila te habita
sin amargura, puedes ayudar a nombrarlos. Será tu tributo en la red social. Si
eres mayor de dieciocho años envía tu aportación onomástica por estos conductos.
Plazo límite 14 de febrero.