Miré que el viento
rompió el penacho verde
de la espera
y tocó la puerta el mar azul.
Así aprendía a leer.
¿Qué sería de mi sin la espada
enredada en junio, lo sabes?
Toda casa tiene
un guerrero protector
y un reloj colgado
y un canto que olvidar,
por eso hoy te escribo.
Aviento la red de mañana
para atrapar al pez dorado,
si te asomas,
si te asombras,
lo verás cabalgando.
Es cosa hecha
el suspiro que conversa
y la gana de decir:
que tengas la espera sabrosa
y el calor amado del día,
y el oro
y la plata
y el sueño ligero,
siempre ligero.
Déjame los tiempos quemados,
las llamas viejas,
el sonido vacío
de los nombres que vibraron.
rompió el penacho verde
de la espera
y tocó la puerta el mar azul.
Así aprendía a leer.
¿Qué sería de mi sin la espada
enredada en junio, lo sabes?
Toda casa tiene
un guerrero protector
y un reloj colgado
y un canto que olvidar,
por eso hoy te escribo.
Aviento la red de mañana
para atrapar al pez dorado,
si te asomas,
si te asombras,
lo verás cabalgando.
Es cosa hecha
el suspiro que conversa
y la gana de decir:
que tengas la espera sabrosa
y el calor amado del día,
y el oro
y la plata
y el sueño ligero,
siempre ligero.
Déjame los tiempos quemados,
las llamas viejas,
el sonido vacío
de los nombres que vibraron.
Sergio Astorga