Su papá no era goldo era delgado, decía con ironía. Al principio el odio lo llenaba. No sabía porqué decidieron ponerle Wilfredo. Ha sido un martirio, en casa y en el barrio lo llamaban Willy, aunque sabía que no era Memo. Su martirio se reavivó cuando entró a la escuela. En quinto grado lo pronunciaban con una V alta y sonora. Le gustaba ese sabor germánico en su persona, pero en el nono año, su profesor de inglés lo pronunciaba con u o con gu. Todo su heroísmo wagneriano se derrumbaba y le disgustaba que lo confundieran con un pilgrim. Nadie tiene una doble U en su nombre, lo consolaba su madre.
El colmo de males se presentó al entrar en la Facultad de Veterinaria y Zootécnica. Sus compañeros de clase decidieron evitar confusiones y aplicar las siglas en toda comunicación. Uno de sus apellidos, el materno, es Castillo.
Para darle ánimos, yo le digo mi quinto Pichichi Water Klose. Él me abraza y me dice: pinche enano.
Eso no es bullyng, ¿verdad?