Las mañanas son rápidas cuando el azul agua se asoma al vecindario. Eso lo sabe y sin embargo, aliviado de ausencia conversa las imperfecciones de la vida. Donde todos mienten, él, separa las promesas de los presagios, por eso su tristeza es fresca. Hoy se detuvo a contemplar en la plaza cercana a su casa, a un corro de personas que se arremolinaban a ver y a escuchar a una señora simple, es decir, no se veía ni en su vestimenta, ni en su gesto, virtud o prodigio. Lo que les puedo contar es que Nestor, se acercó a curiosear. La mujer leía en un papel peticiones heroicas, “igualdad de derechos” “mejor vivienda” “salario justo”. Las personas atónitas, comenzaron a aplaudir, pensando que era una de esos performance que las escuelas teatrales acostumbran los sábados. Cuando la mujer terminó de leer comenzaron a arrojar monedas pensando que eso le ayudaría a pagar sus cursos de arte dramático.
En un impulso de solidaridad, Nestor, observó la turbación de la mujer y de un salto intentó atenuar la ira que poco a poco aparecía en su rostro. Los curiosos comenzaron a vitorear el espectáculo, uno de ellos sacó un libreta para intentar, pluma en mano, el autógrafo de la mujer. Nestor abrazó a la mujer antes que la multitud la devorase.
Todos batían palmas y ya se presagiaban esas lágrimas indistintas entre la tristeza y el éxito.