Seguir una ruta por las calles de la ciudad es seguir el discurso de una recta. Un sentido que se fuga a una velocidad proporcional al sin sentido. Fluyendo con los otros, boqueando pensamientos planetarios a toda línea. El tiempo se deforma, entra en crisis, sus infinitas sombras nos muestran el camino. Empujamos al cuerpo a su destino para llegar a la meta aunque se nos separe la mirada de nuestros labios. Escondemos las manos para que la interrogación de la sombra revele su respuesta. Nada se oye, los pasos no se turban, lentos siguen el impulso. Paso que repasa el antiguo grito ahogado de la calle. Se diría que la luz acumula esos silencios, los pulsa y en perspectiva parece que también camina.
Hay una estación al final que nos espera. La lección se aprende si no se pierde el paso anónimo de esta odisea contemporánea.
Fotografía: Rua de Cedofeita, Porto, Portugal.