Apacible de corazón y con esa fértil huída del lugar común, le gusta quebrar la mañana con el desnudo. Por el camina a pasos cortos. Lo hace cuando todos duermen. Todavía no hay noticias de la luz y se restaña su intimidad en esa solitaria huída a la bañera. No hay niñez que lo atormente y se lava todo el cuerpo; raspa ese suelo de los recuerdos con el estropajo y jabón neutro. Su pobreza resbala con el agua y le gusta sentirse limpio para ensuciarse con oficio. Prodigo de carnes, se monta en el día y quizá se le haga tarde para salir a la calle.
A su pesar, el tedio siempre coquetea con el hábito.