miércoles, 9 de octubre de 2013

La primera vez



No era el miedo el que lo herraba, ni siquiera el código de su estirpe lo podía sacar de su terror. Salir a escena por primera vez no es para principiantes, aunque todos somos principiantes. Por más que nos aprendamos nuestro papel a escenificar existe esa fatalidad escogida de no saber qué hacer. Son esas miradas, penetrantes, eternas que se clavan desde los cuatro puntos cardinales. Y esas voces sordas que no escuchamos pero que taladran nuestros oídos: 

¡Así no se dice! ¡Arréglate el pelo! ¡Tienes que saludar! ¡No se te entiende! ¡No te quedes quieto como palo! 

Salta en pedazos cualquier deseo de estar en esa representación. Una lluvia de manos le cae encima y los reflectores le ciegan. Suda, mira y rebusca alguna cara conocida y benévola. La mirada divaga teatral, estéril. No puede cambiar de parlamento hasta que termine la función. 

Quiere ser otro en su candor de novicio.  

Sergio Astorga acuarela/papel 20 x 30 cm.