Sentenciada a no tener escapatoria. Trataba de buscar una salida. Recordó que el instante se puede prolongar si encuentra el agujero cierto. Adivinaba su decadencia; caer en una red vacía, como un otoño a la intemperie. Descendió fulgurante desgastando su humedad a cada centímetro. Sumergida en la negrura las imágenes quedaban transparentes. El frío metálico la envolvía y cada día una muerte pequeña la roía.
Por fortuna para los sedientos, resucitaba con ese sabor a centavo, con esa angostura en el paladar del glifo.
Base de fontanario por una rua de Oporto, Portugal.