Es un monóculo de espera. Jamás se ha visto frenesí en los ojos sin cabeza.
El triunfo del metal y el abandono se entrelazan en la puerta. El parto de óxido en la boca dura y un poco de orín en la pared. Llaves que fueron degolladas. No hay refugio ya para el llavero. Huele a pupila hinchada y a quejido.
Hay algo de monóculo, no lo dudo, en toda cerradura. Ni el gran cerrajero Pedro, puede con todo esto.