Encontrar pescado no es fácil. Zarpar de madrugada a lo indefinido. El aire es pesado como la mañana. La vida marina no aparece. Hay una tenue brisa y pareare que la buena ventura baja como marea. A lo lejos veo llegar la barca de los pescadores. EL misterio en su mirada se sospecha. La soledad de agua es absoluta. Una súbita angustia me invade y me envuelve como esta neblina espesa como el futuro humor. Al llegar al puerto veo vacías las redes y las cubetas secas. Los pescadores encallados en su silencio derrotado, caminan rumbo a la posada para beber vino y pan. La casa del pescador los refugia y los sacia de las pérdidas marítimas. La seducción del mar queda adormecida, se llenan las copas de vino y la extensión mas humana se deja sentir en las bocas, bahías tranquilas que degluten el pan preparando el cordaje del mañana, para que literalmente, la quilla de su embarcación se lance de nueva cuenta a buscar ese escurridizo pez que los mantiene a bordo de esta rutina marítima.
Fotografía: Rua Vasco da Gama, 18 | Afurada, Vila Nova de Gaia 4400, Portugal