domingo, 16 de octubre de 2016

El Sr. Banana


Su figura se resbala entre la multitud como impulsado por el potasio. Camina a buen paso y no le estorba ni su gran nariz ni ese hábito de escupir a cada momento.
Padre de tres hijos y actuario de oficio, se sentía vivo, agasajado, hasta que decidió oxidarse.
Un día abrió la ventana de su cuarto y le gustó ese golpe de viento en su nariz. Desde entonces pasa largas horas olisqueando. Se ha hecho tan experto que sabe calcular la distancia y velocidad de los aromas.
Yo me pregunto si no se ha dado cuenta del tono marrón que le baja por la frente.
¿Quién se lo dice?