Con dentelladas secas abandona la calma. Su sangre se congela espumosa, enamorada. Día tras día, se le pasa la noche. Recoge las sábanas y sus mentiras. Sigue el rastro del difunto amor. La cena aquella tan cicatriz ahora. Es otoño decía, todo florece blandamente como la caricia. Carne de amante, tenía frío en el cuerpo y el perfume era tabaco.
Si no fuera mi hijo... no sería hostil olvidarlo.