No se busca la huella.
Se piensa en ella por simple,
por los lados, sin los bordes.
Quieta de cuerpo
lejos de la prisa
se graba como segunda vida.
De la mano nunca se suelta
como cuento de hadas
hasta mudar de ogro.
A cinco o seis montañas
brisas tiernas, seguras de sí mismas,
insinúan el mito de las carnes.
No se busca la huella.
Sin azúcar se bebe la noche,
extendido hilo de promesa.
En su color metida en sepia
encuentro la medida
apegado a la forma de tu forma.
No se busca la huella. Crece sola.
Fotografía. Llanta de tractor. Ponte de Lima, Portugal.