La Señora del Labio de Bigote visitaba el santuario de los sacrificios domésticos el segundo domingo de cada mes. De regreso se encontró con Dolores, un monumento labial.
- ¿Tu también? le preguntó Dolores, mojándose los labios.
- Ya ves, uno tiene sus vanidades -musitó la Señora del Labio de Bigote.
- La constancia hace milagros.
- Ya lo veo. Tu bigote esta bien torneado, en cambio el mío - desconsolada, la Señora del Labio de Bigote, se tocaba su bembo.
- No desistas amiguita - le dijo Dolores en un tono de mofa.
- Mua. Mua. Se despidieron.
Lo que no sabe esa Dolores es que ya tengo mis ahorritos y el cirujano me dice que voy a quedar un lujo -se fue canturreando la Señora del Labio de Bigote. - Si uno va al santuario a socializar.