lunes, 23 de septiembre de 2013

Frutal desventura


Una complejidad aromática donde prevalecían pensamientos frutales, con ciertas reminiscencias de ciruelas y cerezas, hacía de su carácter un bálsamo. Para todos aquellos, que por casualidad, se topaban con ella los días de guardar, quedaban complacidos  de frescura y equilibrio.

Nadie sabe cuál es el motivo de su final amargura y acidez. Ese cuerpo tan enamorado de cortesías fue perdiendo garbo. Una especie de masoquismo le fue subiendo por los  brazos hasta que una serie de mosquitas de fruta revoloteaban en sus ideas más antiguas. Era penoso mirarla, nadie puede extrañarse entonces, que ella, dándose cuenta de su deterioro buscara el abandono y un rayito de sol cuando llegaba el verano. También era un descanso saber que ella no residía en un rascacielos y podían todos sus antiguos admiradores asomarse por la ventana cuando la cortina estaba un poco corrida. Se dio el caso que una señora tuvo neurálgicas lágrimas al verla toda macerada, envuelta, según contó, en una especia de coágulo color de uva.


Hemos estado a pensar, sin violencia, amablemente, si estos sucesos no son signo de los tiempos actuales que no dejan de fomentar el salvaje anonimato. 

Sergio storga
Acuarela/papel 20 x 30 cm.