Nadie podrá negar que no ventilaba su presente. Me gusta para Suzana. Ella se enoja o se entretiene limando horizontes. Sale a la baranda para ventilar su cuerpo. Su espíritu, digo.
La observaba siempre en la mañana cuando caminaba rumbo al trabajo. Su mirada siempre perdida mirando a no sé dónde. Nunca me miró a pesar de abandonar mi trabajo y prácticamente mudarme frente a su calle.
Ella no se inmutaba por los insultos de las señoras - digo yo- incomodas con tanta independencia Se sentaba en la baranda y esos azulejos que cubrían su balcón, le daban un aire de alcoba. Me gustaba la Suzana por su cuello largo, sostenido por una nariz estrujadora, indiferente a los malos o buenos olores. Se olía a sí misma con una suficiencia encantadora.
Un día tuve mi mejor atrevimiento. Crucé la calle y me puse debajo del balcón con la boca abierta a la espera de cuando menos atrapar una gotita del sudor caído de sus muslos.
Sergio Astorga. Fotografía en alguna calle de Porto, Portugal