La noche lleva las bridas,
y las troyanas vencidas
despliegan su fino canto
con el sabor de amaranto.
Una Quimera detiene
los apetitos de Gea
y del muslo de Atenea
el ansia de Páris drena.
En esos mundos vagaba
cabellera vespertina.
Sus abismos habituales
con ecos de aguamarina.
Siempre con ojo travieso,
nunca esperó la traición
de la parca mexicana,
no le valió el palimpsesto
ni su fama ciudadana
ni su pluma de aluvión
ni su porte de sultana.
Del Atlántico al Egeo
la tristeza se une al viento.
Lilian ya vaga en espuma,
su esqueleto ya es un verso
donde encalla el desaliento.
y las troyanas vencidas
despliegan su fino canto
con el sabor de amaranto.
Una Quimera detiene
los apetitos de Gea
y del muslo de Atenea
el ansia de Páris drena.
En esos mundos vagaba
cabellera vespertina.
Sus abismos habituales
con ecos de aguamarina.
Siempre con ojo travieso,
nunca esperó la traición
de la parca mexicana,
no le valió el palimpsesto
ni su fama ciudadana
ni su pluma de aluvión
ni su porte de sultana.
Del Atlántico al Egeo
la tristeza se une al viento.
Lilian ya vaga en espuma,
su esqueleto ya es un verso
donde encalla el desaliento.
Sergio Astorga
Para Lauren Mendinueta
Su sonrisa colombina
como fulgor de guayaba
le granjeo la serpentina
que humedece la mañana.
Los verdes con los azules,
recuerdos de cafetales,
le dieron rostro a sus jueves
y cadencia a su donaires.
Cambiando de continente
quiso engañar a la dama
que se entiende con el alma.
No le valió ser prudente
porque al sonar de campanas
Lauren entró al inventario
de los laureles que llevan
aretes como poemario.
Sergio Astorga