Cuando dejo caer su nombre al rayo de sol, a contraluz, sus compañeros solo vieron el contorno de su figura. La nariz prominente y su curva espalda. Sin respirar siquiera lo vieron cruzar la calle. Lo vieron tomarla del talle para hundirle un beso. Todos lo envidiaban, pero sabían que ellos no tenían un nombre que los tornara valientes. Regresaron abatidos con ese duro golpe del deseo errado, los pasos perdidos y el sudor por fragancia.
Con los labios duros buscaron un nombre.