Cuando descendió la pluma de colibrí y se posó en su
pecho, una agonía mundial se atisbó por el poniente de los cielos. Fue en esos
días fértiles cuando los pedernales ya estaban cubiertos por el asfalto. Los
déspotas gobernaban como bacterias con el dolor de pueblo en el aliento.
Es verdad, a quema
ropa, podemos afirmar que su reino es de este mundo. Incesantes briznas de
fortuna nacieron también por esos días. Todo acto, desde entonces estuvo
plagado de contraseñas y el desbarajuste teórico,
por un instante se ciñó de coloradas esperanzas.
De su falda florecida se ajustaron los días y hubo besos
de tierra como pan de muerto azucarado. El canto volvió a decapitar al
polvo cotidiano. Y de las rodillas de
los niños salieron las risas remozadas.
Por eso, ¡Oh diosa!
te enredo a mi cuello como mascada de seda.
Mascada de seda 90 x 90 cm. manufacturada por Pineda
Covalin con dibujo de Sergio Astorga, (Agotada)