Por la pradera, en la ladera y en la solapa de las noches de azul cobalto galopan silenciosamente blancos esos cuacos con barba de chivo. En su frente un cuerno de abundante mito se alarga hasta nuestros días. Dicen que vinieron de la India y que por celos del hipopótamo (caballo de río) fueron expulsado para volver a aparecer en la proa de los barcos vikingos, sin embargo, yo los encontré en el bosque de Chapultepec, jugando con los chapulines y refrescándose en los baños de Moctezuma.
Su caza fue despiadada, el cuerno se vendía en el mercado negro como afrodisíaco, con resultados pasmosos según algunos testimonios hallados en los conventos de clausura. Eso fue en en la Edad Media y en Europa, porque ahora que la herbolaria prehispánica tiene mayor prestigio, la damiana, ya es usada con resultados más rotundos y no requiere de cazadores furtivos.
Hoy, por ejemplo, los he visto rondando los ahuehuetes, trotando alegremente. La verdad, no sé porque insisten algunos cabeza hueca en llevar doncellas para atraer a los unicornios. No saben que todo buen unicornio que se respete, es hermafrodita.
Acuarela/papel