Entre ellos la desenvoltura de sus diálogos contrastan con la animalidad que los anima.
- Soy todo corazón, dijo el Elefante.
- Te falta hondura, le reclama el Ojón, especie extinta.
- Son ilustres sus barbaridades, concluye el Pezuñas (otra especie en peligro de extinción).
Sus noches son triples. Trotan en silencio por horas y desconfían de los ladridos de los perros porque son seres consentidos de pijama rutinaria y doméstica.
El elefante es corrosivo porque es el más dotado y afirma: “en todas las épocas que recuerdo como la palma de mi trompa, he visto desgracia, les falta corazón. Yo sé lo que les digo”.
- Dudo de ti, eres simplista y bobalicón, carnal y tozudo, le dijo el ojón.
- Su realidad corporal los limita, afirma el Pezuñas. Les falta técnica discursiva.
Un burro quiso entrar en el dialogo. Lo miraron. Se montaron en él y prefirieron la praxis a la gnosis.
Llévanos donde están los metales. Exigieron.