La otra parte de nosotros se meció en aquella fotografía que éramos. Un templo que se dejó avasallar por el rumor de rezos sin vocación. Las vestiduras son transcripciones de alguna oscuridad profunda que no compartimos en nuestro abismo. Cómo esperar organizar el desconcierto de tanta luz cegadora. Las imágenes nos exploran y sostienen la galería que caminamos. A partir de ahora serán las horas la mediación del crepúsculo y la puerta que se abrirá entre nosotros.
El olor del jardín sabe a tus pies descalzos, tal vez, el aleteo de las imágenes afinará por nosotros la canción que callamos.
¿De quién son estas palabras?
¿Tuyas o mías?