Las niñas se bañan a los ojos del paseante. El agua en celo las moja entre las brasas de miradas. Parece que la sed se despierta y furiosos los mirones se dan cuenta que su polen no hará primavera en esos cuerpos. No hay horas, puntualmente los ojos devoran esa intimidad pública. Los silencios se preñan y como animales heridos siguen su camino al trabajo o al café o al descanso. Los huesos se quiebran al enfriar sus cabezas. Cada quién busca un nombre para encarnar su recuerdo. De una imagen a otra el mundo se completa. Se busca la barca, esos labios que no dejaron huella cuando en otra fuente, otras muchachas, se divertían en la fuente.
Fuente: Rua Campo Alegre, Porto, Portugal.