Quizá el sol lamió su cuerpo y le dejó el estilo luminoso o tal vez, la escarcha primera lo empapo al despertar del coma. No lo sabemos. Las imágenes fracasan al intentar describirlo. Si bien hay un punto de partida, este se sucede interminable. Su vida, delante de un escritorio, le dio el tiempo suficiente para añadir historias que compartía con sus compañeros, pocos, sobre su entorno. Él era ambiguo, decía y la interpretación de lo dicho la dejaba a nosotros. Por eso cada quien tiene su evocación. La mía se ha transformado. De esa sensación de delicia, de arrullo, a la disidencia más rotunda. Pero me descubro agónico, constreñido a esa sentencia que me estrangula. La dijo ayer, cuando lleno de mí, me miró condescendiente y tomando el vaso de cristal, desplomó esas palabras duras: "así como el agua toma la forma del vaso tú serás mi futuro".
No sé qué quiso decir. Ya me siento viejo en esta infancia.