Se recuerda que el silencio crecía junto al viento. Era marzo y los botes se mecían como peces vivos sobre el lomo del mar. El capitán Guzmán, orgulloso de tempestades libradas por su estrella grande y buena, navegaba con ojos que brillaban sobre la niebla. De negro y sombrío humor sabía del astrolabio y de las bendiciones de la estrella polar. Se recuerda que la luz se torció maléfica y todo fue un réquiem furioso. Se fueron por la borda sus hazañas, los maderos del velamen flotaron por el agua y se calcinaron la ropas al sol. Se recuerda que por un momento el mar se detuvo para rescatar su cuerpo. No hubo gaviotas revoloteando ni luto en el malecón.
Oscuro capitán Guzmán la luna te recuerda como el puñado de sal que siempre fuiste.