Aquí, donde la pureza hace nido
los reflejos se atan con hilos frescos.
Hubo días de muelles pegajosos,
hostiles, tambaleantes en tierra.
Contar es mil voces:
imágenes borrosas en los cuerpos
rituales que se repiten como el humo,
como el calor en esa madeja de voces.
La pureza tiene alas transparentes
y huesos sólidos. Venérias de silencio.
Tal vez la huella es el aliento,
ese desfile de hilos que laten y dan forma.
El suelo es frío como la plegaria,
un vacío de azar sin líneas en la mano,
un repleto mirar enloquecido
y mucho aire puro en las esquinas.
La orilla de tu cuerpo es la línea alta
de un horizonte de fragmentos
con esa piel delirante de estaciones
en el vértigo de sábanas blancas.
Donde la pureza hace nido,
el mismo espejo repetido
de tantos versos dichos.
Sin pudor, los desechos cambian.