Cuando llegó el poeta se sintió el vacío y algunas hebras sonoras se resguardaron en los rincones de cualquier jardín.
Cuando llegó el pintor se sintió el reflejo, los colores se pegaron a las ventanas como laberintos rotos.
Cuando llegó el danzante se sintió el peso del cuerpo y
la fiebre del impulso se perdió en escenarios
íntimos.
Cuando llegó el músico se sintió la mudez y el murmullo se alejó hacia el opaco vestíbulo
del teatro.
Cuando los huesos humanos se creyeron jóvenes un olor
a tierra se consoló con el algodón de las buenas tardes.
Cuando a Paco lo vieron partir por la puerta trasera, los ojos le brillaban altos y de su pantalón colgaba esa noche de sagitario que la madre
le diera el día de su cumpleaños. Obediente fue a trabajar donde le ordenaron. Y a la voz de mando, bajaba la cabeza y sujetaba los pies.
Cuando a Paco lo vieron llegar con los cabellos blancos, se tocaba la cara como si tuviera que reconocer su gesto.Toda le gente sabía, que
en toda esta encrucijada, la campana que nos toca tiene la voz rutinaria.
Sergio Astorga tinta china/papel