Rodaron las monedas en sus bolsillos. El tintineo lo enloqueció. Los deseos de comprar hicieron de cristal sus días. Cercenaron su tranquilidad hasta el punto de dormir de pie a la salida de los almacenes de moda.
- ¿Me regala un euro para comer? Pedía en la vía de Santa Catarina.
Una existencia llenándose los bolsillos y la barriga. Así comenzó su vida de festín sin decoro.
Después, no hay que negarle condición, jugó a la especulación aquí y allá. Hizo fortuna. Sus seguidores buscan una esquina bursátil que no perturbe sus horas de ocio.
La saturación del mercado ha convertido su vida en un callejón sin salida. Buscar otros mercados fue la solución. La última vez que lo vi, vestido con el uniforme del desengaño, estiraba la mano en la estación de trenes. Por cierto, se anuncia la apertura de un nuevo almacén en el centro Histórico.