Los viernes le llegaba una sensatez que todos
agradecíamos. Sin adivinarlo, dejaba en la sombra esas formas del regaño.
Durante la semana el vinagre y el ajo dilataban su imperio.
Se recogía el pelo como si fuera una pelotita colgada en su
nuca. Era en verdad un párrafo de dicha. Su semblante vertía frescor y en su
caminar se sancochaba la abundancia.
No sabíamos la razón del porqué, durante la semana, la
amargura se pegaba a su piel como una chinche sibarita.
Los que la conocieron desde niña, decían que
ese estado de fiereza se debía de cuando un tipo, se enclavó en su memoria y en
su habitación. Todos sabían, quien era, pero todos callaron. Otros, menos
apegados a la rutina diaria, describían ese estado como el necesario
escenario para el surgimiento de la
explosión creativa.
Serán peras o serán manzana, pero los viernes, la
mundanidad encarna y la querencia hierbe.
*Nota intempestiva: Apuntan, los que gustan del cuento
breve, que estos reflujos de forma vienen desde la antigüedad, cuando venus
vertía su lujosa ánfora.
Sergio Astorga acuarela/papel 25 x 25 cm.