martes, 23 de septiembre de 2008

La suerte de Hipodamia


La historia de Hipodámia (que otros llaman mito) fue rescatada del fondo del mar por un buzo comedor de algas.
Geógrafos y adivinos se disputan la interpretación del hallazgo. Los geógrafos -calculando la brisa y la marea- se aferran a la hipótesis de que la historia de Hipodámia corresponde al mar Egeo y sus habitantes. Los adivinos -recostados en la arena- tuvieron saladas visiones durante cuatro días y afirmaron, con negra cólera, que la historia era falsa; una liviandad de Nereo: dios marino.
Sin embargo, el buzo comedor de algas, asombrado de tanta mezquindad, me contó la historia de Hipodámia y me entregó también, una musgosa tabla con inscripciones de lengua incierta.
Transcribo la historia tal como la contó, y la traducción de las inscripciones que parecen versos.
"Hipodámia, de altivo talle y voz templada, el día de su boda con Peritoo fue raptada por los Centauros.
La llevaron a la isla de Leemos y la ultrajaron. Los Centauros, borrachos, se burlaron de la belleza de Hipodámia. Uno de ellos le mordía los muslos, otro -el más altivo- hundía su pezuña en el vientre de Hipodámia que con el rostro irreconocible, imploraba el golpe que le diera muerte.
Ceneo, luchador invulnerable, se apiadó de Hipodámia y navegó a la isla de Lemos para dar muerte a los Centauros con su lanza incontenible. Desolló a los Centauros, le sacó las entrañas y dio de comer a Hipodámia.
Agradecida, Hipodámia se entregó a Ceneo.
Poseidón, despechado, quitó el conjuro y Ceneo volvió a ser mujer. Hipodámia, de altivo talle y voz templada, fue arrojada al mar por desear su propia muerte. Su castigo es interminable: espuma cuando la ola despierta al sol y mujer sin entrañas cuando la noche llega".

La Suerte de Hipodámia

Cuando la undosa mar se levante de su sueño
y esgriman las olas los sonidos del combate;
el soberano sol-ardiente labio- su empeño
anunciará tu nacimiento con el embate
de los días: infaustos panales de tu muerte.
¿Qué Dios dictó sentencia? ¿Qué lápida te abruma?
¿Si al nacer ya eres brisa al subir de la marea?
¡Ay! Hipodámia, hija, submarina del canto;
Si al rapto del Centauro tu memoria se orea,
deja la noche húmeda secarse con el llanto
de la estrella: corona sagrada de la luna.
Y entre tanto, Hipodámia, con sus notas de espuma
se lamenta del sueño al esconderse del día;
¡Del destino demando! ¡Escorias del tiempo!
Soy húmeda belleza, terrible y miserable
suerte. Barca nocturna por voluntad ajena;
herida por el agua, comida por el fuego.
Ciego remo la ira, ¡Maldigo!: voz de arena.

Sergio Astorga.